sábado, 6 de junio de 2015

5 METROS CUADRADOS

Capítulo 1: El Piso


Mi nombre es Álex, tengo 38 años y ahora mismo mi casa es una celda en la cárcel. Todo comenzó hace un año y medio cuando mi prometida Virginia y yo salíamos de la boda de unos amigos y comenzábamos a preparar la nuestra. El presupuesto no nos daba para una gran boda, y eso a Virginia no le gustaba. Mi Virginia, 35 años, preciosa, la mujer más guapa que he visto en toda mi vida. En la boda un amigo del novio, Antonio, me recomendó que comprase un piso en una nueva promoción que estaban haciendo en la costa. Virginia y yo fuimos a ver el piso y la verdad es que nos enamoró desde el primer momento por lo que decidimos lanzarnos y comprarlo. Para poder dar la señal necesitamos dinero, y para ello Virginia se lo pidió a sus padres, que encantados nos dejaron unos 30.000 €, que sumado a los nuestro, dimos una señal de 50.000 €.


El día de la firma de la señal nos dijeron que el piso estaría listo cuatro meses después, justo después de nuestra boda. Los días iban pasando, los meses iban pasando hasta que diez días antes de nuestra boda nos dijeron que los pisos no estarían listos para la fecha estipulada. Virginia y yo fuimos con sus padres para enseñarles el piso piloto, pero no había nadie y los pisos estaban igual. Entramos dentro y nos encontramos con un hombre, Gustavo, que también les había comprado un piso. Gustavo nos dio la noticia de que las obras se habían paralizado porque los terrenos no eran legales. Esa noticia nos dio como un gran mazazo en la cabeza. Por ello, fuimos a pedir explicaciones a los dueños de la constructora, pero nadie nos quería decir nada. Un mes después, recibimos una llamada de la constructora para decirnos que nos iban a dar una casa similar en otra zona.


Capítulo 2: El primer pacto


Fuimos a ver el piso, en el centro de la ciudad. El piso no era, ni de lejos, igual de grande que el otro. Medía casi 30 metros cuadrados menos que el otro, y no tenía ni la terraza de 5 metros cuadrados del otro piso. Muchos de los afectados aceptaron en pacto y se quedaron con la casa, pero yo decidí hacer caso a Gustavo y a otros pocos afectados para comenzar una batalla legal para conseguir lo que es nuestro: un piso de características similares. Momentáneamente, Viriginia y yo estábamos viviendo en casa de sus padres y la cosa se iba poniendo más complicada a medida que pasaban los meses. Virginia estaba mal, sobre todo por la cancelación de la boda, ya que nos queríamos casar cuando todo esto ya hubiese pasado. Los afectados que nos unimos decidimos poner una demanda a la constructora.


Los padres de Virginia me advirtieron de que no podiamos seguir de gorra en la casa. Yo intenté tranquilizarles diciéndoles que en un mes todo habría acabado, que era cuando nos dieron la fecha para el juicio. Ese día fuimos con muchas esperanzas hasta que nos encontramos con que la constructora había cambiado de emplazamiento y no había juicio. Los padres de Virginia se fueron muy enfadados. Virginia ya no tenía fuerzas para seguir luchando por lo que quedamos con un agente de la constructora para aceptar la oferta del otro piso. Cuando llegamos al piso piloto descubrimos que esa oferta ya no estaba vigente, que sólamente nos iban a dar 3.200 €. Los dos no aceptamos la oferta, pero ya cada vez eramos menos los que estábamos luchando por recuperar nuestra casa.


Capítulo 3: Problemas


Los padres de Virginia me pidieron amablemente que me fuera de la casa. Virginia se vino conmigo a un hotel. Los dos intentábamos resistir allí el tiempo que pudiésemos para poder recuperar nuestra casa. Gustavo y yo eramos los únicos que seguíamos peleando. Teneíamos una entrevista con el secretario general de la constructora. Allí nos ofrecieron 10.000 € a cada uno. Gustavo los aceptó para dejar de luchar, yo lo rechacé. Esa misma noche, regresé al hotel y me di cuenta de que nos habían echado por no pagar y que Virginia no estaba. Me puse a buscarla pero no la encontraba, así que decidí ir a casa de sus padres para ver si se encontraba allí. Yo esperaba fuera hasta que ella salió. Fue ella la que me comunicó que me habían despedido del trabajo por haber faltado tanto.


Virginia me dijo que ya estaba harta de luchar, que no podía seguir así que lo mejor era que cada uno siguiese su camino. No me podía creer que ese fuese a ser nuestro final. Le prometí en ese momento que iba a recuperar todo el dinero que habíamos invertido en el piso. Me dirigí a la casa en la que vivía el dueño de la constructora. Le esperé a que sacase a su perro y cuando menos lo esperó, le golpeé en la espalda y le metí dentro de la furgoneta. Le llevé a la zona donde iba a estar mi casa, a la zona de arriba. Él me reconoció al instante, sabía que iba a realizar cualquier cosa con tal de recuperar mi casa. A la mañana siguiente, llegaron las excavadoras para derrumbarlo, pero yo les advertí que no me iba a mover de aquel lugar, que era mi casa. Aquellos obreros, llamaron a la policía.


Capítulo 4: Promesa cumplida



La policía llegó e intentó separarme de él pero yo les dije que ese hombre me había arruinado la vida. Él intentaba salvarse y me ofreció dinero. Yo le pedió los 50.000 € que habíamos invertido Virginia y yo en el piso. Él me dio un cheque. En ese momento, apareció Virginia para ver qué estaba ocurriendo. La policía me detuvo y me metió en un coche policial. Virginia pidió a la policía acompañarme hasta la comisaría. Allí fue cuando yo le entregué el cheque, ya que era su dinero. Y así fue como mi promesa se cumplió, le devolví todo el dinero a Virginia y a sus padres. Me queda poco tiempo de estar en la cárcel, pero sé que cuando salga no voy a tener nada. Lo he perdido todo, y jamás voy a poder recuperarlo.

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